Norma Jean, aka Marilyn Monroe, sigue haciendo daño después de muerta, cual Cid Campeador.
Fue la primera mujer en la historia aplaudida por comportarse públicamente como una ramera. Más que la novia de América, debieron llamarla la calientapollas de América. Hasta entonces a las actrices se les exigía una elegancia total. En lo sexual se podía sugerir, nunca ser explícito. Nada que fuese chabacano, como hacía la Marilyn.
De su etapa de ascenso se sabe que comió pollas por centenares. Que enseñaba sus tetas en fiestas de gente importante. Hay incluso alguna grabación pornográfica. No digo que fuese la única, pero si fue la única en trasladar esa actitud a la pantalla. Su talento como actriz consistía siempre en interpretar a una zorrita que calentaba al pagafantas de turno, enseñando todo lo que la estricta censura de aquel tiempo permitía.
Fue una auténtica precursora del lorealismo. De predicar públicamente que el valor de su potorro era incalculable y merecía que los hombres la gratificasen con diamantes por él.
Eso sí, parece que ella misma se daba cuenta de lo que había hecho y sentía cierto arrepentimiento. Se caso con un tipo de hombre muy alejado de la fauna de Hollywood, un intelectual con un físico del montón en lo que parece un intento desesperado de escapar de esa vida, o al menos así lo veo yo. Dicen que su desgracia fue que ni era rubia, ni era tonta.
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Una ídola.
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