Neutral Malvado:
Jamás debes subestimar el potencial que tiene una fantasía sexual para convertirse en realidad. Toda fantasía es un deseo larvado, y todo deseo larvado propende a hacerse realidad, si no de manera completa, sí de manera parcial o fragmentaria. La mujer que sueñe con ser violada será propensa a flirtear con machos agresivos o a mostrarse renuente al sexo para que ellos la fuercen; la mujer que sueñe con follarse a un tío de uniforme será propensa a menear más el culo o a acariciarse más el pelo cuando esté en presencia de un policía; la mujer que sueñe con ser follada por un macaco como el tal Rafa Mora será propensa a acercarse a macacos del mismo estilo para decirles: "Tío, eres un chulo y un prepotente y no soporto a los tíos como tú" mientras el coñito le chorrea, etc.
En segundo lugar, las mujeres no estáis legitimadas para decir "tranquilo, es una fantasía inofensiva", porque tenéis escasa capacidad de control o de decisión sobre vuestra propia vida y porque sois las primeras en no tener ni puta idea de lo que vais a hacer mañana. Las mujeres os sobreadaptáis a las circunstancias, sin tener que desechar razonamientos a priori (la mujer rara vez hace razonamientos apriorísticos), ni hipótesis (la mujer rara vez se arriesga a emitir hipótesis, su palabra favorita es "depende"), ni ideologías (la mujer adopta la ideología del macho que la mantiene), ni proyectos (¿conocéis a alguna mujer que tenga claro lo que quiere hacer con su vida aparte de buscar pareja en el meetic?), de manera que si la fantasía sexual femenina se va a hacer realidad o no no depende de vosotras, sino de los hombres con los que os topéis en el camino. Son los varones los que proponen un escenario o una narración (seducir a mujeres tiene mucho que ver con saber crear una narración de la que ellas quieran formar parte) y son ellas las que entran directamente a beneficiarse de la infraestructura narrativa (o económica, o social, o patrimonial, o inmobiliaria, etc.) montada previamente por el varón.
O sea, que vosotras no tenéis ni puta idea de si vuestras fantasías son inofensivas o no, porque delegáis vuestra sexualidad en el varón, porque como mujeres sois criaturas puramente circunstanciales, coyunturales, amorfas, amorales, asistemáticas, etc. Si vuestras fantasías sexuales se van a hacer realidad o no depende única y exclusivamente del rango del varón con el que estéis y de su habilidad para haceros descender a los infiernos, no de vuestra voluntad ni de vuestros principios (que no tenéis).
El caso es que no voy a tolerar que una mujer me venga con el rollo del "me froto el clítoris pensando en macacos como Rafa Mora, pero no os creáis, que es una fantasía inofensiva y en realidad no soporto a los tíos chulos y prepotentes", porque está claro que sólo hace falta que un macaco egocéntrico se plante delante de ella y se ponga a vociferar: "nano, a ver, nano, yo estoy muy bueno y todas las tías quieren estar conmigo, vale, nano?" para que ella se le agarre a la polla y él no se la pueda quitar ni con aguarrás.
Saca al tarado:
La comunión diaria con ruedas de molino es uno de los deportes favoritos de las hembras, aunque como espectadoras, claro, que sean otros quienes se atraganten.
Esa pretensión de hacer creer contra viento y marea que los macarras, chulos, asertivos-agresivos, violentos, etc. les ponen pero poco, lo justo para hacerse un dedo, enlaza con otro de esos peculiares caracteres femeninos que es pretender una desconexión total entre causa y consecuencia, especialmente en el campo moral que es uno de los más cenagosos para ellas.
A una parte muy significativa de las mujeres sí les ponen semejantes tipos, con su pack completo de actitudes, bravatas y chulerías. Sus potorros chorrean y sus bragas cobran vida propia queriendo abandonarlas porque por una parte consideran que todo eso es parte del espectáculo único, personal e intransferible que se escenifica para ellas: "gallea por mí", "se pavonea por llamar mi atención", "le ha roto la cara a aquel tipo porque soy su hembra y me ha mirado", "me rompe el culo con violencia porque soy suya". A las mujeres sí les ponen estos individuos debido a que piensan, como de costumbre, que todo les va a salir gratis y se embarcan alegremente en ese tipo de relaciones a causa de esa puerilidad permanente que las caracteriza, siempre pensando que todo en este mundo se amoldará como un guante a sus deseos, y eso suponiendo que en realidad sepan lo que quieren, que no está nada claro.
Con estas cenutrias siempre hay que intentar ser pedagógico, aunque la mayor parte de lo que se les diga va a ser como predicar en el desierto. A ver si de una vez les entra en la cabeza que si se meten en un zarzal lo normal es que salgan con la ropa rasgada y unos cuantos arañazos aunque ellas piensen que van a ser capaces de cruzarlo levitando.
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jueves, 17 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
Saca al tarado IV - La clienta
Les sugiero que echen un vistazo a la cartelera de cine de este viernes. Se estrena a bombo y platillo "La clienta", película de la que probablemente sea perfecta muestra su cartel: cincuentona de buen ver se recuesta juguetona sobre un diván mientra en primer plano se ve la mano de un hombre, desnudo de cintura para arriba, que se introduce unos billetes en el bolsillo. Los pantalones son unos vaqueros, clara sugerencia de que se trata de un hombre joven, probablemente entre los veintipocos y los treinta y alguno.
Ella se muestra, cómo no, divertida, probablemente tanto como la directora de la película al parir el asunto, quien ha pretendido -afirma- reflexionar no sólo sobre la prostitución masculina sino acerca de la soledad de las mujeres.
Después por tanto del bombardeo mediático acerca de lo repugnante, asquerosa, alienante y esclavista que es la prostitución; tras recibir día sí y día también mensajes relativos a que el hombre que recurre a ella es un individuo emocionalmente insuficiente, sentimentalmente lastrado y socialmente apestado llega este cartel para decirnos bien a las claras que en cambio ellas lo que buscan es compañía, que no está mal echar una canita al aire, que ellas son modernas y liberadas, que el asunto puede ser incluso divertido; tal vez la película nos cuente en el fondo que para la coñocracia está bien recurrir a un gigolo, porque seguro que en tal caso no es vicio sino terapia, claro.
En definitiva, una vuelta de tuerca más de estas hijas de puta, y las que quedan.
Ella se muestra, cómo no, divertida, probablemente tanto como la directora de la película al parir el asunto, quien ha pretendido -afirma- reflexionar no sólo sobre la prostitución masculina sino acerca de la soledad de las mujeres.
Después por tanto del bombardeo mediático acerca de lo repugnante, asquerosa, alienante y esclavista que es la prostitución; tras recibir día sí y día también mensajes relativos a que el hombre que recurre a ella es un individuo emocionalmente insuficiente, sentimentalmente lastrado y socialmente apestado llega este cartel para decirnos bien a las claras que en cambio ellas lo que buscan es compañía, que no está mal echar una canita al aire, que ellas son modernas y liberadas, que el asunto puede ser incluso divertido; tal vez la película nos cuente en el fondo que para la coñocracia está bien recurrir a un gigolo, porque seguro que en tal caso no es vicio sino terapia, claro.
En definitiva, una vuelta de tuerca más de estas hijas de puta, y las que quedan.
lunes, 17 de agosto de 2009
Saca al tarado III - Mujeres pagafantas?
La figura del pagafantas viene siendo una de las más recurrentes a lo largo y ancho de este foro. Las características básicas que según es convención lo delatan, es decir, una naturaleza servil, maleable y con disposición a ser objeto de todo tipo de pruebas arbitrarias y humillaciones públicas y privadas le han ganando a tal figura el desprecio casi unánime de este foro, sin perjuicio además de cierto número de retractaciones en plan estalinista (estilo "si, camaradas, me acuso de haber incurrido en pagafantismo, pero estaba equivocado").
Y ello puede que no sea para menos, ya que el pagafantas se caracteriza además por la codicia; él desea réditos a futuro por su conducta rastrera, considera que la acumulación de genuflexiones acabará por ganarle plaza entre las piernas de su pagafanteada, lo cual las más de las veces no es sino mera ilusión, amplia y merecidamente frustrada al final.
Ahora bien, tampoco puede predicarse nobleza alguna en la destinataria de pagafantismo, pues normalmente es buena sabedora de los fines de su adulador y se aprovecha deliberada y prolongadamente de los favores de los que es objeto, sin perjuicio además de ostentar alegremente ante terceros que dispone de un pelele al cual puede, cual madelman, utilizar como chófer, hombro para lagrimeos, coartada, etc.
Dado que codiciar es inherente a la naturaleza humana y que también ésta no es cristalina en modo alguno a la hora de aplicar métodos para ello, como punto de partida teórico se puede admitir la posibilidad de que haya pagafantas entre las féminas. La diferencia con el varón va a radicar normalmente en los fines: el pagafantas suele aspirar a meterla en caliente pero la pagafantas suele tener muy fácil que le metan algo caliente si le apetece por lo cual, y a salvo de tributos de admiración casi patológicos, no será lo habitual que a una pagafantas le muevan los espasmos de su chochamen.
La hipótesis pagafántica entre mujeres sin duda se asienta en deseos más de largo plazo y alentados por bases de utilitarismo material. La figura de la proveedora de sexo muta por la del proveedor de bienes fungibles, estabilidad económica, amparo ante la incertidumbre, colaboración para sacar adelante a una prole, etc. Sobre expectativas de tal clase es sin duda factible que una mujer recurra a ser pagafantas y aguantar carros y carretas, aunque siempre sobre la base de que la consolidación de un estatus acabará volviendo las tornas contra el pagafanteado, pues hoy por hoy los esquemas legales y sociales le ponen bajo riesgo de ruina económica y marginación social si a la pagafantas se le hinchan las narices.
Así pues para que surja la pagafantas es necesaria la promisión de un flujo constante de bienes y servicios sobre bases creíbles y ahí es donde juega la habilidad del aspirante a pagafanteado. En tanto en cuanto éste sea capaz de grabar a fuego en la mente de la posible pagafantas que él derrochará por ella esfuerzo, ingenio y facultades a la hora pisar fuerte en sociedad la partida estará ganada. Conozco al efecto un caso extremo, que ni censuro ni apruebo sino que me limito a exponer; un tipo que se dedicaba a opositar para notarías año tras año, dependiendo de la teta paterna para sus necesidades básicas y de las tetas de la novia (que trabajaba en un banco con contrato fijo) para el polvo finisemanal y el sufragio de sus caprichos; él representaba el paradigma de aquello a lo que una pagafantas puede aspirar, un varón proveedor de alto standing, una inversión a futuro que hacía merecer la pena la adecuada administración del coño y dedicar ciertas cantidades de dinero y tiempo para tener satisfecho al triunfador en ciernes. Él se tomó las cosas con calma y tardó cosa de ocho o nueve años en aprobar, viviendo en tanto de modo bastante regalado gracias a sus dos fuentes de financiación, si bien nada más tomar posesión de su flamante notaría mandó a freír espárragos a la chica y se lió con la primera jamona que se le puso a tiro en su localidad de destino. Habrá quien prefiera denominar a esto como una historia de amor frustrada, y no discutiré que así pueda ser, pero tampoco creo que exista nada que admirar, pese a la corriente dominante de pensamiento, en el pretexto romántico.
Otra posibilidad de existencia de la pagafantas se ciñe al sexo, desde luego, pero la diferencia con el pagafantas está en la culminación: él se conducirá como un pelele para acceder al sexo y es éste un camino muy cuesta arriba; ella hará lo propio si ha sido follada de modo convincente, asertivo (e insertivo) y se le raciona convenientemente tal maná. En tales casos una hembra soberanamente bien follada se dejará caer hasta las simas más profundas del pagafantismo con tal de ver su vagina y su mente colmadas de una polla feroz, dominante y claramente machoalfista.
Y ello puede que no sea para menos, ya que el pagafantas se caracteriza además por la codicia; él desea réditos a futuro por su conducta rastrera, considera que la acumulación de genuflexiones acabará por ganarle plaza entre las piernas de su pagafanteada, lo cual las más de las veces no es sino mera ilusión, amplia y merecidamente frustrada al final.
Ahora bien, tampoco puede predicarse nobleza alguna en la destinataria de pagafantismo, pues normalmente es buena sabedora de los fines de su adulador y se aprovecha deliberada y prolongadamente de los favores de los que es objeto, sin perjuicio además de ostentar alegremente ante terceros que dispone de un pelele al cual puede, cual madelman, utilizar como chófer, hombro para lagrimeos, coartada, etc.
Dado que codiciar es inherente a la naturaleza humana y que también ésta no es cristalina en modo alguno a la hora de aplicar métodos para ello, como punto de partida teórico se puede admitir la posibilidad de que haya pagafantas entre las féminas. La diferencia con el varón va a radicar normalmente en los fines: el pagafantas suele aspirar a meterla en caliente pero la pagafantas suele tener muy fácil que le metan algo caliente si le apetece por lo cual, y a salvo de tributos de admiración casi patológicos, no será lo habitual que a una pagafantas le muevan los espasmos de su chochamen.
La hipótesis pagafántica entre mujeres sin duda se asienta en deseos más de largo plazo y alentados por bases de utilitarismo material. La figura de la proveedora de sexo muta por la del proveedor de bienes fungibles, estabilidad económica, amparo ante la incertidumbre, colaboración para sacar adelante a una prole, etc. Sobre expectativas de tal clase es sin duda factible que una mujer recurra a ser pagafantas y aguantar carros y carretas, aunque siempre sobre la base de que la consolidación de un estatus acabará volviendo las tornas contra el pagafanteado, pues hoy por hoy los esquemas legales y sociales le ponen bajo riesgo de ruina económica y marginación social si a la pagafantas se le hinchan las narices.
Así pues para que surja la pagafantas es necesaria la promisión de un flujo constante de bienes y servicios sobre bases creíbles y ahí es donde juega la habilidad del aspirante a pagafanteado. En tanto en cuanto éste sea capaz de grabar a fuego en la mente de la posible pagafantas que él derrochará por ella esfuerzo, ingenio y facultades a la hora pisar fuerte en sociedad la partida estará ganada. Conozco al efecto un caso extremo, que ni censuro ni apruebo sino que me limito a exponer; un tipo que se dedicaba a opositar para notarías año tras año, dependiendo de la teta paterna para sus necesidades básicas y de las tetas de la novia (que trabajaba en un banco con contrato fijo) para el polvo finisemanal y el sufragio de sus caprichos; él representaba el paradigma de aquello a lo que una pagafantas puede aspirar, un varón proveedor de alto standing, una inversión a futuro que hacía merecer la pena la adecuada administración del coño y dedicar ciertas cantidades de dinero y tiempo para tener satisfecho al triunfador en ciernes. Él se tomó las cosas con calma y tardó cosa de ocho o nueve años en aprobar, viviendo en tanto de modo bastante regalado gracias a sus dos fuentes de financiación, si bien nada más tomar posesión de su flamante notaría mandó a freír espárragos a la chica y se lió con la primera jamona que se le puso a tiro en su localidad de destino. Habrá quien prefiera denominar a esto como una historia de amor frustrada, y no discutiré que así pueda ser, pero tampoco creo que exista nada que admirar, pese a la corriente dominante de pensamiento, en el pretexto romántico.
Otra posibilidad de existencia de la pagafantas se ciñe al sexo, desde luego, pero la diferencia con el pagafantas está en la culminación: él se conducirá como un pelele para acceder al sexo y es éste un camino muy cuesta arriba; ella hará lo propio si ha sido follada de modo convincente, asertivo (e insertivo) y se le raciona convenientemente tal maná. En tales casos una hembra soberanamente bien follada se dejará caer hasta las simas más profundas del pagafantismo con tal de ver su vagina y su mente colmadas de una polla feroz, dominante y claramente machoalfista.
jueves, 5 de febrero de 2009
Saca al tarado II - Derecho a ligar
Partamos de la base de resulte inherente al ser humano, una modalidad más que bien pudiera haber sido incluida en la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano.
Después, por supuesto, llegan los matices, ya que el derecho existe pero no siempre se dan las condiciones para ejercerlo de modo pleno. Cuentan las presiones familiares, el concepto de fidelidad, las limitaciones en la apostura y carisma de cada cual, el peso de la religión, etc.
Y aparte de todo ello, claro está, vienen las categorías morales establecidas quién sabe por qué motivos. Digo esto porque el sábado vi una de las películas más tóxicas en ese sentido de los últimos tiempos. Supongo que ustedes tendrán noticia del fenómeno - todavía tal vez incipiente- que está provocando "Happy: un cuento sobre la fidelidad", de Mike Leigh. Asistí a ella como preludio a una cena entre un grupo de amigos de la carrera y sus parejas. Tras las casi dos horas de bodrio, aderezado de risitas, murmullos de aprobación y cuchicheos, la conversación de sobremesa giró en torno a la historia. Ellas, cómo no, salían en su mayoría extasiadas por la espontaneidad y frescura del personaje principal, por su positivismo, por su alegría permanente, por su fortuna al encontrar el amor, ...
Pero no es así. Poppy, la protagonista, es una tipa insoportable y rayana en la oligofrenia. Una colacción de muecas absurdas (una especie de Jim Carrey femenino en su peor época), andares de Lina Morgan, risas de gallina clueca, frases sin contenido y memez continua. Poppy se dedica a minar la paz que cualquiera que esté a su alrededor pueda disfrutar y necesita de continuo que le rían las gracias.
Su contrapunto es un individuo presentado como amargado y solitario - su profesor de autoescuela- un tipo que en definitiva no deja de pretender que le dejen en paz en la vida y hacer bien su trabajo. Poppy no puede tolerar eso, necesita molestar y decir estupideces como si le fuese la vida en ello, al tiempo que la historia se encarga de dejar al profesor como un individuo detestable y paranoico mediante dos brochazos burdos de xenofobia y teorías conspiratorias. De nada vale, por supuesto, que intente mostrar a Poppy que debe aprender a conducir prestando atención a lo que hace por su bien y el de los demás, porque ésta anda demasiado ocupada en sí misma, aunque, claro, ella es el personaje "simpático" con el que el director se alía. Para colmo es profesora de primaria; se supone que una deficiente de tal calibre puede estar al cargo de la formación de mentes infantiles y ello recibe beneplácito en el guión.
Con ello el mensaje parece claro: sé caprichosa, estúpida, molesta, irritante, irresponsable y zumba alrededor de todo el mundo haciendo lo que te sale del higo porque al final tendrás premio. El mundo está a tu servicio, tú eres su ombligo y centro de gravedad y por ello no has necesitado más que chasquear los dedos y hacer un par de mohines hacia el primer chico alto, atlético, guapo y "romántico" que surge se ponga a tus piés, pues aparece "ÉL" y cae rendido sin remedio; su fisonomía es propicia incluso a sugerir lo que vendrá luego: alguien grandote y de mirada dulce hasta lo bobalicón, con lo cual reúne las coordenadas del pagafantas adulador a quien Poppy podrá hacer la vida imposible y cornear a gusto en un futuro sin que él se entere o en su defecto preste aquiescencia.
El profesor de autoescuela, más bien regordete, poco atractivo, es el perdedor. Poppy le desquicia, le saca de su mundo y cae también ante ella pero pierde, no reúne lo exigible, no es tan sencillo de manejar y por tanto no la merece. Al final se enfrentan agriamente y el único momento de la película en la que Poppy parece una persona, porque no sufre de muecas convulsivas, es para despachar al profe, que queda como un demente. Su derecho al ligue, incluso al romance, ha sido negado de raíz.
Ignoro qué habrá dicho por ahí Leigh a la hora de definir su película, pero es más de creer que se haya perdido en un discurso buen rollista que en lugar de haber: "Miren, he querido componer un prototipo de perfecta hija de puta fascinada por tocar los cojones a todo el mundo y que se cree el centro del universo. Con esta historia quiero invitar a todas las mujeres del mundo a que se miren en la pantalla como en un espejo y hagan el favor de recular para no caer en esto o regresar de ese punto si están en él", como hubiera dicho un Wetamir director de cine en el estreno.
Después, por supuesto, llegan los matices, ya que el derecho existe pero no siempre se dan las condiciones para ejercerlo de modo pleno. Cuentan las presiones familiares, el concepto de fidelidad, las limitaciones en la apostura y carisma de cada cual, el peso de la religión, etc.
Y aparte de todo ello, claro está, vienen las categorías morales establecidas quién sabe por qué motivos. Digo esto porque el sábado vi una de las películas más tóxicas en ese sentido de los últimos tiempos. Supongo que ustedes tendrán noticia del fenómeno - todavía tal vez incipiente- que está provocando "Happy: un cuento sobre la fidelidad", de Mike Leigh. Asistí a ella como preludio a una cena entre un grupo de amigos de la carrera y sus parejas. Tras las casi dos horas de bodrio, aderezado de risitas, murmullos de aprobación y cuchicheos, la conversación de sobremesa giró en torno a la historia. Ellas, cómo no, salían en su mayoría extasiadas por la espontaneidad y frescura del personaje principal, por su positivismo, por su alegría permanente, por su fortuna al encontrar el amor, ...
Pero no es así. Poppy, la protagonista, es una tipa insoportable y rayana en la oligofrenia. Una colacción de muecas absurdas (una especie de Jim Carrey femenino en su peor época), andares de Lina Morgan, risas de gallina clueca, frases sin contenido y memez continua. Poppy se dedica a minar la paz que cualquiera que esté a su alrededor pueda disfrutar y necesita de continuo que le rían las gracias.
Su contrapunto es un individuo presentado como amargado y solitario - su profesor de autoescuela- un tipo que en definitiva no deja de pretender que le dejen en paz en la vida y hacer bien su trabajo. Poppy no puede tolerar eso, necesita molestar y decir estupideces como si le fuese la vida en ello, al tiempo que la historia se encarga de dejar al profesor como un individuo detestable y paranoico mediante dos brochazos burdos de xenofobia y teorías conspiratorias. De nada vale, por supuesto, que intente mostrar a Poppy que debe aprender a conducir prestando atención a lo que hace por su bien y el de los demás, porque ésta anda demasiado ocupada en sí misma, aunque, claro, ella es el personaje "simpático" con el que el director se alía. Para colmo es profesora de primaria; se supone que una deficiente de tal calibre puede estar al cargo de la formación de mentes infantiles y ello recibe beneplácito en el guión.
Con ello el mensaje parece claro: sé caprichosa, estúpida, molesta, irritante, irresponsable y zumba alrededor de todo el mundo haciendo lo que te sale del higo porque al final tendrás premio. El mundo está a tu servicio, tú eres su ombligo y centro de gravedad y por ello no has necesitado más que chasquear los dedos y hacer un par de mohines hacia el primer chico alto, atlético, guapo y "romántico" que surge se ponga a tus piés, pues aparece "ÉL" y cae rendido sin remedio; su fisonomía es propicia incluso a sugerir lo que vendrá luego: alguien grandote y de mirada dulce hasta lo bobalicón, con lo cual reúne las coordenadas del pagafantas adulador a quien Poppy podrá hacer la vida imposible y cornear a gusto en un futuro sin que él se entere o en su defecto preste aquiescencia.
El profesor de autoescuela, más bien regordete, poco atractivo, es el perdedor. Poppy le desquicia, le saca de su mundo y cae también ante ella pero pierde, no reúne lo exigible, no es tan sencillo de manejar y por tanto no la merece. Al final se enfrentan agriamente y el único momento de la película en la que Poppy parece una persona, porque no sufre de muecas convulsivas, es para despachar al profe, que queda como un demente. Su derecho al ligue, incluso al romance, ha sido negado de raíz.
Ignoro qué habrá dicho por ahí Leigh a la hora de definir su película, pero es más de creer que se haya perdido en un discurso buen rollista que en lugar de haber: "Miren, he querido componer un prototipo de perfecta hija de puta fascinada por tocar los cojones a todo el mundo y que se cree el centro del universo. Con esta historia quiero invitar a todas las mujeres del mundo a que se miren en la pantalla como en un espejo y hagan el favor de recular para no caer en esto o regresar de ese punto si están en él", como hubiera dicho un Wetamir director de cine en el estreno.
miércoles, 21 de enero de 2009
Saca al tarado I - Las revistas femeninas
Wetamir dijo:
(...) No es ficción es un producto, una tendencia, una moda. Solo que en el mundo femenino no seguir una moda es objeto de burla y escarnio.
Yo si he visto muchos episodios de sexo en NY, incluso le cogí el gusto a cultivar mi odioTambién leí unas cuantas revistas para tias y tiré de la lengua a muchas pijas idiotas acerca de muuuuchos temas. Pude ver bien de cerca lo que piensan muchas mujeres, ¿acaso creeis que me invento lo que escribo? ¿desprecio a las zorras por qué me dió un dia por ahí? pues no, lo he visto, lo he padecido, ostia. (...) viendo mierdas como esa.
Yo si he visto muchos episodios de sexo en NY, incluso le cogí el gusto a cultivar mi odioTambién leí unas cuantas revistas para tias y tiré de la lengua a muchas pijas idiotas acerca de muuuuchos temas. Pude ver bien de cerca lo que piensan muchas mujeres, ¿acaso creeis que me invento lo que escribo? ¿desprecio a las zorras por qué me dió un dia por ahí? pues no, lo he visto, lo he padecido, ostia. (...) viendo mierdas como esa.
Las revistas para mujeres, sobre las que merece la pena hacer un muestreo para alcanzar la explicación de muchas cosas.
Resulta que al ojear una, me gusta hacerlo como ejercicio científico para otear cómo anda el patio, no hay más que mensajes contradictorios que propician conductas esquizoides.
Resulta que en una página el mensaje "a" les dice que son estupendas y maravillosas, el mundo las tiene que aceptar tal y como son y ellas deben hacer igual consigo mismas. En toda mujer hay una princesa, una belleza, una dama, etc. Se asume el recado por la lectora de turno y el ego se le infla hasta reventar porque se siente perfecta o casi.
Pero luego pasan página y el mensaje "b" les está contando que tienen que ser la leche en todo, salirse en todos los campos, ir impecables y además estar delgadas y ser o parecer más altas, aparte de convertirse en unas campeonas de la seducción y el sexo. Y entonces, claro, la pobre infeliz se siente desgraciada porque se da cuenta de que las veinticuatro horas del día, su cuerpo, su mente y su presupuesto no le dan para tanto.
Y ello por no hablar del mensaje publicitario "c" que les presenta patrones de belleza casi inalcanzables, cuerpos que hay que suponer ideales y cutis de porcelana, sin pararse a pensar un momento en las jugarretas del Photoshop. Así que la pobre chica a la que le han dicho en la página cuatro que tienen que suspirar por ella cuando alcanza la cincuenta y cinco se acolecha.
Con esos mimbres ya se obtiene la arquetípica cretina pagada de sí misma en la corteza pero plagada de inseguridades en sus capas más profundas, y con lo uno y con lo otro tiene potencial suficiente como para amargarte el día.
A eso le añadimos el otro gran frente del consumo revisteril femenino: ese cotilleo que consumen con avidez. Ahí tienen realidades alternativas, mundos en los que uno se pasa el día con la panza al sol y le llueven los millones, casas de esas que llaman "de ensueño" y que no son más que espectáculos de ordinariez con etiqueta cara. Otro factor más para la insatisfacción permanente, lo que probablemente nunca van a alcanzar, a salvo de que para obtenerlo sacrifiquen la dignidad que les quede para asumir el estatus de meretriz.
¿Qué los tíos consumimos mierda? Sin duda, el Marca, el As y el Mundo Deportivo definen pautas, aunque en su defensa hay que decir que fuera de la morralla futbolera que ocupa tres cuartas partes también hay magníficos artículos sobre otros deportes. Sobre el porno no admito discusión: fomenta la paz social y no hay nada como hacerse un buen pajote para ir tranquilo por la calle y no hacer más caso del necesario a tanta zorrupia. En cuanto a otros géneros tampoco creo que quepa mucha cancha a la crítica; una revista de pesca, mecánica, bricolage o modelismo naval al menos entretienen, instruyen y muestran técnicas útiles; tenían su paralelo en las revistas de labores y patrones pero supongo que ahora a las "yolovalgo" todo eso les genere urticaria. Y ojo, que me parece perfecto que un tipo dedique su tiempo, si le gusta, a la cocina o hacer macramé, al igual que es digno de encomio que una chica tenga afición por hacer mobiliario de madera o la forja de hierro.
De otras revistas, tipo "Men´s Heatlh" mejor ni hablar. Son el reverso de las revistas femeninas y cabe hacer votos para que acaben en fracaso. Su objetivo final es generar una masa crítica de gilipollas.
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