Ellas no fracasan nunca. Nunca. No olvidéis que las mujeres son expertas en autoengaños y tergiversaciones, de manera que nunca reconocerán -ni siquiera a ellas mismas- que se han casado con un feo micropénico porque no pueden optar a nada mejor, sino que antes se montarán la película de que es un feo atractivo, de que no les importa el físico, de que nunca estuvieron enamoradas de su ex, de que con los machos alfa de discoteca sólo era sexo, de que ellas estaban perdidas hasta que conocieron al macho proveedor de recursos, y un largo etcétera de autoengaños y justificaciones tan inherentes a la mentalidad femenina.
La percepción del mundo muy masculina (la lucha, la competitividad, la excelencia, la coherencia) que no tiene nada que ver, por mucho que os empeñéis, con la mentalidad femenina. Olvidáis que la mujer es un ser tan tremendamente sobreadaptado, tan asquerosamente pasivo, tan mezquinamente reactivo, tan horriblemente amorfo, que se adapta como la plastilina a las circunstancias del presente, tergiversando el pasado ("Yo no estaba enamorada de mi ex, era sólo sexo"), el presente ("A mí el físico no me importa" -para justificar que se ha casado con un ingeniero calvo y feo-), y el futuro ("Él nunca me pondría los cuernos"). Es decir, todo un arsenal de falacias que se les hace indispensable para crear un clima de seguridad que prepare el terreno para la ejecución del programa reproductivo.
Pero insisto en que ellas no se amargan, porque para amargarse hay que percibir el mundo con objetividad (cosa de la que son incapaces); no se arrepienten, porque para arrepentirse hay que repasar la vida propia con honestidad (imposible en ellas); no fracasan, porque para fracasar hay que haberse puesto metas importantes (nada de metas, sólo adoptan una actitud pasiva esperando la llegada del macho solucionador); ni reconocen que se casan con el feo descartado por otras (porque son incapaces de distinguir la ética de la estética, o la persona del estatus social, hasta el punto de que "el guapo no es tan guapo, sino que tiene una personalidad fascinante", mientras que "el feo es guapo por dentro y yo no soy una superficial", o "el famoso otrora feo ahora es muy guapo porque sale por la tele" (el efecto Adrien Brody)).
En fin, que esta diatriba no va a causarle ni siquiera un rasguño al sólido edificio femenino de falsedades, autoengaños y sobreadaptación al medio. Son amorfas. Es como si un boxeador se empeñara en darle una lección a un bote de blandibloo.
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